martes, 31 de mayo de 2011

La Pasión de cristo

La Pasión de Cristo, violencia obscena

















El director ha querido plasmar en esta realización una auténtica pasión, muy humana, marcada por el dolor físico que se le inflige a la víctima. A nuestro juicio no conmueve la intención del director, pero sí incomoda el uso obsceno de la violencia, por ello creemos que los estético no puede estar ajeno a un juicio ético.
Según el Diccionario de la RAE [http://www.rae.es], obsceno significa: "impúdico, torpe, ofensivo al pudor". Ocupar este adjetivo para calificar el uso de la violencia en esta obra y para la mayor parte de la película misma, resume bastante bien la opinión personal que ella nos causó. Con esto no afirmamos que el uso de la violencia no sea un instrumento lícito para vehicular un argumento. Al contrario, son admirables, entre otros, Peckinpah, Kurosawa, Lynch, Kieslowski o Kubrick, verdaderos maestros en su tratamiento de la violencia. Pero ésta siempre debe estar al servicio de otro objetivo, ¡nunca un fin en sí misma! Esto es: para lograr hacer de esas escenas una metáfora de otra violencia: la imposibilidad de comunicarse, el uso abusivo del poder, el miedo al otro, el concebir al otro como algo "a la mano". Además, estos y otros directores, como Polanski, nos han enseñado que la violencia que causa mido o que sensibiliza no es, necesariamente, la de los baldes de sangre los flagelos o cosas similares. Hay mucha más manifestación de lo que es la violencia en el diálogo de los dos soldados estadounidenses en una bucólica playa de Guadalcanal en la película La delgada línea roja de Malick - sobre la paradoja el mal en un mundo tan bello y armónico y de cómo aquél es capaz de inmiscuirse en la creación que Dios ha encontrado "buena" - , que en la escena que tiene lugar en otra playa, en Normandía, durante casi el mismo tiempo de metraje, en En busca del soldado Ryan y sus baldes de colorante rojo y sus miles de balas.
Sin entrar a analizar el hecho de que el umbral del dolor físico es mucho más alto que el del dolor psicológico, espiritual, la verdadera violencia está en otra parte: en las miradas, en la violencia que penetra lo cotidiano de forma sigilosa, en dudar de aquello que es bueno, en traicionar mis ideales por una simple "satisfacción" como en Fausto. Lo grave de La Pasión de Cristo consiste, a nuestro juicio, en que lo esencial se puede perder en una violencia gratuita y artificial, que a veces gana rápidamente al público, pero que pierde lo fundamental del verdadero cineasta: poder llevar al celuloide el sentido de lo que pasa, aquello interno que se confronta con mis estados de ánimo, con mis pensamientos y que me señala que la auténtica textura de la violencia es, por ejemplo, la que en mi hoy no quiero ver, en la sacralización del presente, en no reconocer lo infinito y eterno de todo prójimo.
El contraste con otras películas sobre Jesús deja a la obra de Gibson en mal pie en cuanto al uso de la violencia para manifestar la pasión. Pasolini, en la Pasión según san Mateo, con su cámara de mano al hombro durante la escena del juicio del Sanedrín, nos hace partícipes directos de lo que allí acontece. El control del director italiano en su relato de crucifixión, sin concesiones a la empatía fácil, trasluce mejor fuerza denlo querer ver, de la traición. O la muerte de la figura crística en Jesús de Montreal, que en una actualización del uso de la ley sobre el espíritu, expresa mejor el dolor y la dificultad del abajamiento de Dios al plano humano. También el pobre burro Baltasar y sus ojos de pena y marginación en la bella parábola cristológica de la película el Azar de Baltasar del gran Bresson, manifiesta de forma más prístina la verdadera violencia: o, incluso, la algo plana Jesús de Nazareth, de Zeffirelli, gana en fuerza dramática y en exposición del conflicto, en revelación de la verdadera humanidad de Cristo. Ninguna de estas películas abusa de la sangre ni de la violencia; sin embargo, todas ella, directa o indirectamente, nos muestran la procesión interna de los personajes, del uso del poder sobre quien nadie defiende.

Referencia: La pasión de Cristo - violencia obscena
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